Septiembre es un mes con magia. Para los egabrenses tiene
nombre de mujer, María de la Sierra; es a la vez olor a nardo y color blanco de
la pureza. Es también aroma a incienso que trae consigo la nostalgia
cofradiera, y música de coplas y quejíos. "La noche se volvió día y
Septiembre amaneció", y volvieron a reunirse las familias y regresaron los
amigos que un día atrás visitaron Cabra en su mes especial, y se enamoraron de
ella y de su mes.
Cuando llega septiembre, el fondo del espejo en el que se
mira Cabra es tan azul como esos ojos que descienden por nuestra sierra, bajo
una plata refulgente y sobre la fragancia de las plantas silvestres que saludan
a su paso. Los albores de este mes tienen los signos suficientes para que estos
días sean un mundo propio, con momentos reservados a la felicidad por unos
instantes donde se consuman los sentimientos más hondos y puros de un pueblo.
En este mundo singular, la Sierra de Cabra no es sólo un
quiebro del perfil que se otea desde las terrazas, sino también el abrazo de
piedra que los siglos ofrecen a los peregrinos que suben a la ermita;
septiembre no es sólo ese mes en el que la tierra ya recibe su primera ración
de agua, sino el período con el que la Villa se erige en el santuario de los
devotos de María; el nardo no sólo es la flor espigada que nace en nuestras
huertas, sino el símbolo más auténtico de la pureza y el olor sobre el que
recorremos los recuerdos de aquellos amaneceres inquietos con el sonido de un
tambor de guerra tocando a vísperas.
Son los ceremoniales que se repiten con el curso del tiempo,
y que se acunan en las hermosas melodías que nuestros maestros dejaron para que
pudiéramos comprender, en unos versos, toda la verdad que encierra una imagen y
una historia. Septiembre es la Virgen de la Sierra y su ermita, aquella casita
blanca que el padre Pedrosa imagina triste y solitaria y que nos llega
melancólica en la música del maestro Rodríguez. Septiembre es un niño con
pantalones cortos que una buena mañana se ve junto a su padre en una esquina sorprendido
por una bandera. Septiembre es una mujer de ojos vidriosos que sueña en bajar
con Ella con una promesa atada a un cordel.
Septiembre es el septiembre de nuestros antepasados que se
nos aparece sobre el fondo de unas coplas; es el deseo del reencuentro sin
despedidas; es la imagen de una ciudad convertida en oratorio cuando el día
ocho recorre sus calles nuestra Amorosa Madre. Septiembre tiene el perfume del
nardo, lleva escrito en su cara la alegría de un "viva" sincero y
unos versos que Cabra suplica al unísono y que dicen: "Madre Amada de la
Sierra, no nos niegues tu favor".
Fuente: la opinión de cabra